Hoy se cumplen 48 años de la partida de nuestro Mártir Luis Bernardín Orellana

Hoy se cumplen 48 años del fallecimiento en acto de servicio de nuestro Voluntario Mártir «Luis Bernardín Orellana». A continuación un texto leído en la conmemoración Nº 47 de su fallecimiento, el cual fue creado por Voluntarios activos en forma de homenaje.

Cuando me incorporé  a las filas que hoy ustedes conforman, el orgullo y la promesa del servir brillaban cual lucero en la noche oscura. Brillaba como sólo nosotros lo sabemos, con el ímpetu de correr a las máquinas al sonido de la alarma. Brillaba… hasta el ocaso de esa noche del 14 de Diciembre de 1962. Aquella noche me recogí a la guardia como lo hacíamos cada noche, para estar alertas ante la adversidad que silenciosa rondaba en las calles de la comuna esperando su oportunidad para sembrar incertidumbre entre la comunidad.

Me recogí para compartir también, otra velada con mis compañeros, aquellos que sin buscarlo y sin quererlo, se convirtieron en mis amigos más cercanos, los más fieles, los más leales. Ay… si hubiésemos sabido que esa noche no volveríamos todos… si hubiésemos siquiera vislumbrado que el ardor de esas llamas incandescentes nos llevarían consigo a su cuna de cenizas… si hubiésemos sabido… habríamos quizá aprovechado el momento que nos tomó llegar hasta la calle Madreselvas para abrazarnos, para encargarnos nuestras familias, para decirnos gracias por compartir tantas aventuras y risas, para perdonarnos los errores o simplemente sonreírnos diciéndonos “que gusto me da saber que la vida me regaló la posibilidad de cargar el 2 en la frente junto a ustedes”.

Pero el futuro es incierto y nuestro deber es torcerle la mano al destino infame de otros. Esa medianoche, sonó la alarma y nos dirigimos a un incendio más, a una juerga de explosiones más. Con mis compañeros combatimos codo a codo, como nos enseñaron nuestros fundadores y antecesores. Fueron largas horas de batalla sin tregua, largas horas de sudor en nuestras toallas blancas tiznadas. El enemigo era el de siempre, lo conocíamos. Y lo vencimos. Podíamos relajar las manos que rugosas de tanto dar hachazos ya imploraban por desvestir las chaquetas humeantes para volver al descanso. ¡Hemos vencido muchachos, sólo quedan escombros por remover. Adentro los Segundinos,  a asegurar que este voraz enemigo haya desaparecido de este inmueble!

Sabemos que nuestra labor no se acaba en el momento que desaparecen las llamas. Nosotros seguimos trabajando cuando todos se empiezan a retirar, porque en nuestros corazones bomberiles, el esfuerzo se doblega cuando los ánimos se flaquean.

Ahí estábamos… Silvio, Jorge, yo, Sergio, Luis, Carlos… y tantos otros que recuerdan como yo, que el fuego no juega limpio y siempre tiene entre sus garras una nueva forma de atacar.

Una pequeña llama agazapada entre unos cuantos palos y escombros se deslizaba sigilosa e inadvertida, los gases de los químicos almacenados fueron su nido para cobijarse en iniciar nuevamente la combustión del edificio, la combustión de estas 3 almas jóvenes y vigorosas, para escribir la primera página enlutada de la historia del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa. Esa llama azul se dejó ver sólo un segundo en el reborde de nuestras pupilas mas, cuando quisimos mirarla fijamente para encararla, ya había logrado su objetivo.

 

Quedamos atrapados por sus brazos, ahora enormes, nuevamente enormes. Ya era tarde… era el momento de la prueba de fuego de nuestra lealtad al compromiso… qué ironía. El fuego nos reclamaba el cumplimiento de nuestro lema. Silvio y Jorge supieron mantenerse erguidos hasta el último aliento. Otros libraron de la inflamación espontánea que ahora nos acorralaba y sin dudarlo el corazón valeroso que nos identifica latió para movilizar sus cuerpos en un nuevo combate por quienes veían como el fruto de su esfuerzo se ponía en riesgo.

Sergio y yo recibimos una bofetada ardiente que nos llevó a las camas de una sala de cuidados intensivos que quería devolvernos las fuerzas para volver en otra ocasión a las batallas de fulgores y destellos. Gracias Sergio por tu terquedad cuando dijiste ¡No me voy sólo a ese Hospital Militar. Me voy con mi compañero que también lucha por su vida o pereceremos juntos en este agónico camino!.

A mí, los de antaño, me vinieron a buscar tras meses de agonía. Sergio pudo volver a las puertas del 2778 para entrar triunfante y en nombre de los que no volvimos.

Hoy, esa habitación de la cual corrí yo algún día, lleva la placa con mi nombre, en la memoria de todos a los que en esa noche nos mirábamos los rostros agotados para darnos aliento.

 

Hoy de esas puertas salen cada noche, nuevas almas jóvenes que llevan en su mirar el brillo de nuestros sinceros deseos de vivir.

Ustedes guardianes, saben lo que es dejar de lado las pasiones y poner su vida al servicio de la comunidad cuando ésta lo requiera. Yo por mi parte, junto a Guerrero, Batiste y Dzazopulos los miramos llenos de orgullo por ser la nueva camada que en el silencio de la noche cargan sus cascos negros, como el hollín que se impregnó en nuestros poros aquella noche, sólo con el fin de dar la calma al que llora ante el peligro que el futuro revela de forma impensada.

Sean ustedes nuestra primera avanzada, sean amigo de la sociedad indefensa, sean fieles como lo fuimos nosotros. Sean siempre, como han sido hasta ahora. Sean leales a la palabra que nosotros cumplimos, aquella que encabeza la piedra de nuestra memoria…

» LA VIDA POR LA HUMANIDAD»

 

 

 

 

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