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Una conversación con “Tito” Moncada

Fue una conversación amena y antesala de otra más larga. Llena de historias, si se considera que Héctor Moncada está por cumplir 70 años de Bombero. Precisamente este 16 de septiembre de 2021, se le entregará en una actividad virtual (siguen los efectos y cuidados de la pandemia del Covid-19), sus premios por 55 y 60 años de servicio. Para él, es “llegar a la cúspide de ser Bombero”.

Un tragahumo segundino que se incorporó a la Segunda Compañía de Bomberos de Ñuñoa el 16 de agosto de 1952. Conocido por sus pares como “Tito” Moncada, hoy es la tercera antigüedad y tiene encima muchos episodios vividos en casi siete décadas de Bombero. La conversación fue fluida, vía celular, él habitando en la comuna de El Quisco, aunque, como confiesa, siempre conectado con la Bomba.

Cuenta que vivía cerca de un Cuartel de Bomberos y ese fue su primer acercamiento y su primera motivación para convertirse en Voluntario. De pequeño y adolescente concurrió a observar el trabajo de Bomberos. Hasta que llegó al antiguo Cuartel de la Segunda, en calle Luis Beltrán, y comenzó su lazo con la Compañía. Más tarde, ya instalados los segundinos en la avenida Antonio Varas, y a instancias del entonces Voluntario Juan Borroye, Moncada ingresó a la Segunda.

“De la Compañía me atrajo su mística, el deseo de servir a los demás, el encontrar compañerismo y amistades, y ser Bombero fue un incentivo de mi vida. Recuerdo a muchos que estuvieron desde esos años, la mayoría ya partió y siempre está mi recuerdo hacia ellos”, indica.

Entre varios momentos, recuerda la entrevista que hace años le hicimos para el tradicional Boletín “Alerta” de la Segunda, y donde ya contaba muchas historias de la Compañía.

La intensa y alegre vida de Cuartel

Consultado sobre sus inicios y desarrollo en la Compañía, Héctor “Tito” Moncada narra: “Mi vida de Bombero en la Segunda fue mi vida. Matinée, vermouth y noche. Logré tener independencia económica y siempre en la mañana pasaba al Cuartel, al mediodía pasaba a almorzar, y cuando terminaba mis labores, en la tarde, me iba a la Bomba. Disfrutaba reunirme con mis compañeros de Bomba, compartir el almuerzo, tomar once, conversar. Y salía a los Llamados, a los Incendios. Pasaba mucho tiempo en el Cuartel y por eso me gané Premios de Asistencia, en 1953 y 1954”.

Cuenta que “la vida de Cuartel era intensa, entretenida. Recuerdo el año 52, a inicios de los cincuenta, que nos juntábamos los Voluntarios de la Primera y de la Segunda, porque estaban juntas las dos Compañías, y jugábamos cacho, dominó, se comía, se tomaban unos traguitos, se conversaba, lo pasábamos bien. Había una convivencia grande, mucha amistad. Bueno, la vida hizo que muchas cosas cambiaran, pero creo que esa experiencia de compartir en el Cuartel es algo que debe preservarse”.  

Años en que se produjeron los Incendios en barracas, casonas, inmuebles públicos, y en las primeras fábricas de Ñuñoa, que abarcaba más territorio que hoy.

En el relato surge un aspecto que se define a los Bomberos segundinos, sobre todo los antiguos, los de los inicios, en su entrega por el desarrollo de la Compañía. “Te voy a contar algo”, dice. “Nos reuníamos en la Bomba y hacíamos trabajos por el Cuartel, por la Compañía. Como fue construir el segundo piso, eso que se disfruta ahora. Eso era un entretecho, nada más, que se transformó en una cabaña, que la construimos nosotros. Y en esa cabaña -cuenta con nostalgia y orgullo- teníamos una salamandra, con carboncito, estaba el casino, pusimos mesas y sillas, y nos juntábamos todos los días a conversar, a jugar cacho, dominó, damas, a hacer competencias de ajedrez y ludo, esos juegos de salón de la época, y después vino el pool. Alrededor de todo eso estaba la buena comida, el buen trago, el buen pasar y el buen amigo. Siempre listos para salir a un Llamado. Para nosotros eso era lo más importante, estar dispuestos a ir a los Incendios, a servir a la comunidad, a cumplir con lo que nos habíamos comprometido”. 

Moncada habla de amistades construidas, inquebrantables, bomberiles. “Cuando había alguien que estaba enfermo o tenía algún problema, estábamos con ellos, apoyábamos, los visitábamos y dábamos el aliento necesario para seguir luchando en la vida”.

“Lo más triste y duro”

Consultado sobre el momento más triste, más amargo vivido en la Segunda Compañía de Bomberos de Ñuñoa, no duda en afirmar: “Lo más triste y duro es el recuerdo del Incendio de calle Madreselvas, es el haber perdido a mi compañero de Bomba, de farras, de conversas, de tantos momentos compartidos, Silvio Guerrero Mutinelli, que murió en esa ocasión y que constituyó el momento más triste de mi historia en la Compañía”.

Todos quienes conocen de la vida de Cuartel y de amistades creadas en la Segunda, saben que Silvio Guerrero y Héctor Moncada eran grandes amigos. Compartían horas en la Guardia Nocturna, combates de Incendios, tertulias en el Cuartel y salidas a pasarlo bien en boliches de Ñuñoa y Santiago. Por cierto, junto a otros segundinos. 

Sobre el 14 de diciembre de 1962, fecha en que cayeron en cumplimiento del deber Silvio Guerrero Mutinelli y Jorge Batiste Aleu, “Tito” Moncada apunta: “Ese día estábamos en el Cuartel Silvio Guerrero, Raúl Guerrero y yo, estábamos programando un viaje a ver a unas niñas fuera de Santiago. En un momento nos retiramos Raúl y yo, nos fuimos caminando y pasamos por un restaurante en Irarrázaval, que se llamaba El Bohemio. Nos estábamos tomando unas cervezas, y pasa un Voluntario de la Primera, (Federico) Goldschmidt, y nos dice que hay Incendio. Tomamos mi auto y partimos al Incendio en calle Madreselvas. Yo en ese momento no era Voluntario porque había renunciado, pero estaba en contacto permanente con la Compañía y me veía con mis amigos y fui al Incendio. Llegamos y después de un rato se acercó Raúl, a quien se le llenaron las botas de solventes y de unos líquidos, agarré una manguera de una casa y le lavé los pies. Estábamos en eso cuando se produjo la tragedia. Me acerqué a la industria donde estaba el siniestro, y vi a Manuel Fuentes (quien fuera Capitán y Voluntario Honorario) que venía mal herido, lo tomé, lo metí dentro de mi auto, y lo llevé a la Posta Central, donde lo dejé. Volví al Incendio y me encontré con la tragedia y el dolor. Vi a Silvio que estaba tendido encima de una escala de techo, tapado con una lona de esas que usábamos para los Incendios. Todo fue terrible”.

Hay un recorte de un diario (encuadrado en una pared en el Cuartel) donde se ve a Héctor Moncada, su rostro lleno de tristeza, a un lado del féretro con los restos de Guerrero Mutinelli. Nunca olvidó a su amigo. La vida bomberil prosiguió. Moncada estuvo un tiempo en la Séptima Compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago, pero luego regresó. “Yo siempre tuve mi corazón en la Segunda, es mi casa donde nací como Bombero”.

Un tragahumo de siempre

Fue un tragahumo de muchos años, y no hace aspaviento de ello. Lo asume con humildad. “Tengo grabados muchos Incendios, rescates -dice-,pero a esta altura de la vida, y que sigo siendo Voluntario por el cordón umbilical con la Segunda que es Raúl Flores (Voluntario Honorario), que me ha llamado toda la vida, sigo pendiente de lo que hace la Segunda y cómo trabaja. Bueno, recuerdo muchos Incendios, y al final es lo que uno aprende de ser Bombero”. 

Hay actuales y ex segundinos que visitamos a Moncada en su hogar de El Quisco. Son momentos gratos, de esparcimiento, de recuerdos. Surge el cariño. Hace un par de semanas hubo un encuentro recreativo en la parcela de Vicente “Vicho” Appas, un ex Voluntario, donde fueron muchos que conocen hace años a “Tito” Moncada, y él concurrió, desde El Quisco. Sobre ese encuentro, el Voluntario Honorario indica: “Te voy a decir que cuando me reuní con ustedes hace poco, unos que siguen siendo Bomberos y otros que no, sentí una emoción enorme porque encontré gente que ya no son Voluntarios, pero ahí estaban, junto a nosotros que somos Voluntarios, y encontré que eso es una maravilla, porque el hombre que estuvo en la Bomba nunca dejará de ser Bombero, y ellos hicieron una entrega y esa entrega hay que reconocerla”. 

“La pelee” por la Brigada Juvenil

Muchos de los que llagamos de once o doce años de edad a la Segunda, buscando ingresar a la Brigada Juvenil “Jorge Batiste Aleu”, tenemos el recuerdo de Moncada sentado en el casino, en esa acogedora cabaña, llena de madera, tradición y armonía, donde se pasaron momentos alegres, memorables. Y su conversación, sus bromas, sus consejos y el apoyo a los Brigadieres estuvieron latentes. Él tiene sus recuerdos de la Brigada, como muchos antiguos segundinos.

“La Brigada Juvenil empezó a funcionar sin estar fundada legítimamente, funcionaba antes que se formalizara, porque iban los chiquillos al Cuartel, eran inquietos. Yo la recuerdo con cariño”, sostiene. 

En la conversación le llega un recuerdo específico. “Tú fuiste Instructor Jefe de la Brigada varias veces, cuando cabro fuiste Capitán de la Brigada, y recuerdo que en dos o tres oportunidades me llamaste y me dijiste, Tito, tengo problemas, se accidentó un Brigadier, porque hacían buenos ejercicios, y me acuerdo que desde el aeropuerto de Pudahuel partí a buscarlos para llevar al cabro a la Posta”.

Añade que “siempre estuve apoyando a la Brigada, en las sesiones, cuando todavía no se fundaba, siempre reclamé para que reconociéramos a la Brigada, decía que teníamos que darle un respaldo, no podíamos tenerla en el aire. Así que fui un hincha acérrimo de la Brigada, no siendo uno de los fundadores, pero la pelee por ellos, tal como lo hizo el Director Ricardo Seyler”. Sin duda un ejemplo para seguir bregando por la “Jorge Batiste Aleu”.

“Las nuevas generaciones han sabido cumplir”

Consultado sobre cómo mira hoy a la Segunda, va directo a lo que acontece y entrega su mirada de los nuevos tiempos. “Cuando supe que estaba listo el nuevo Carro (la nueva M-2), lo que dije fue ¡Grande Segunda!”.

Y continúa: “Las nuevas generaciones han sabido cumplir. Creo que con eso está todo dicho. Una alegría enorme. Saber que la Compañía sigue funcionado después de tantos años, mucho más de cualquier cosa que pudieron pensar o imaginar los Fundadores o aquellos que eran Voluntarios cuando ingresé en 1952, como Enrique Guerra o Jorge Vélez. Nunca soñaron lo que el Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa iba a ser y mucho menos lo que la Segunda lograría ser. Claro, esos hombres construyeron y siguen construyendo. Ahora construyen las nuevas generaciones”.

Una conversación que, al final de cuentas, en efecto, une el hilo de generaciones en la Segunda Compañía de Bomberos de Ñuñoa, a través de este Bombero Insigne que en este mes de septiembre recibirá sus premios por 55 y 60 años de servicio.

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