Era sábado. El clima estaba frío. Llovía intensamente. Las calles, de adoquines o tierra, lucían tenues, y desde las casonas se distinguían precarias luces. La gente transitaba abrigada. Dos días antes el país tuvo un feriado, se celebrara en aquel entonces la Ascensión del Señor. Y seis días atrás, el país, como ha sido tradición, conmemoraba Las Glorias Navales, por aquel histórico combate naval en Iquique.
En ese marco, a paso pausado, en conversación serena pero, de acuerdo a testimonios, apasionada por momentos, un numeroso grupo de hombres, vecinos ñuñoinos, protegiéndose de la lluvia y con abrigos que paliaban el frío, llegaron a una sala de la Municipalidad de Ñuñoa. Era el 27 de mayo de 1933.
Ese día se comenzó a trazar una historia. Que incluyó a la que es ahora la Segunda Compañía de Bomberos de Ñuñoa. Una historia que, para esa unidad bomberil, en diciembre de este 2018 llegará a los 85 años.
Aquel día de 1933, el motivo del encuentro era preciso. También trascendente. Esos hombres se reunían con algo más que una idea; estaba la intención de fundar un Cuerpo de Bomberos en esa Comuna. Pensaban y comprobaban que, dado la extensión que se iba alcanzando en viviendas y otras construcciones, y la posibilidad más que cierta de siniestros, eran imprescindible contar con dotación de Bomberos que, como venía siendo costumbre y valía institucional en Chile, serían Voluntarios.
Esos hombres reunidos, conversaron y acordaron. Ese día nació el Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa. El liderazgo lo tuvo el insigne intelectual y vecino de la Comuna, Alberto Ried Silva. Y ese día, bajo la lluvia, en medio del frío, se avecinaba también el nacimiento de lo que sería la Segunda de Ñuñoa.
Comenzaron las gestiones financieras, administrativas, organizativas. Circunstancia peculiar y paradójica en el nacimiento de esta institución bomberil -algo que le ha ocurrido a otras a lo largo del país- el Cuerpo estaba creado pero sin contar con las Compañías que lo integrarían, e incluso sin definir del todo cuántas serían y de qué especialidad.
De hecho, en el Acta de Fundación del CBÑ, se reseña que “este Directorio Provisorio tendrá a su cargo, con amplios poderes, la organización del Cuerpo, la Adquisición de todos los materiales necesarios, la confección de los reglamentos y demás trámites conducentes”.
Dada la situación, se habló y hasta estos tiempos algunos hablan de un “Cuerpo-Compañía” al referirse a la institución en sus primeros pasos y sus primeros días.
Después de ese sábado, y a instancias de Alejandro González, el Directorio y demás de la naciente institución, pudo funcionar en modestas pero útiles oficinas de la entonces Asistencia Pública, o Posta 4, en Villanueva e Irarrázaval, donde se daba curso a la organización y desarrollo incipiente del CBÑ.
Fue ahí cuando, en rigor, comenzó el trazado más preciso del Cuerpo. Y, claro está, eso pasó por definir las Compañías fundadoras que lo conformarían. Así las cosas, y como lógica del servicio, se decidió que lo primero era crear una unidad de agua, y de esa forma se fundó, el 26 de noviembre de 1933, la Primera Compañía.
Luego, en base a conversaciones e intercambio de apreciaciones, se fraguó el nacimiento de la otra unidad. Sería de “hacha, escalas y salvamento” para complementar la labor con los Bomberos de agua. Es así como se decidió el nacimiento de la Segunda Compañía. Es de las pocas en la historia de Cuerpos de Bomberos, que tiene el número 2 siendo de escalas y no de agua.
La Segunda nació siete meses después que el Cuerpo. El 8 de diciembre de 1933. En esos días y semanas, en la constitución del CBÑ, que este 27 de mayo cumple 85 años, rondaban las figuras de Jorge Vélez, Manuel Oyanedel, Juan Moya Morales, Ernesto Cariola, entre varios otros, que se convertirían en fundadores de la Segunda.
En los primeros momentos, según relato del propio Ried Silva, hubo quienes cumplieron misiones fundamentales para favorecer el surgimiento de la Segunda, como Pedro Torres, quien donó el vehículo “Minerva” que sería el primer portaescalas de la Compañía, y el Cuartelero Sergio Giménez, quien habría confeccionado las primeras escalas. Hay muchas peculiaridades, como que la esposa de don Alberto Ried Silva, donó una mesa que sirvió para la causa administrativa en esos meses de 1933, y luego siguió en manos de la Segunda Compañía, con todo su valor de uso y administrativo.
En estas semanas se cumplen los 85 años del CBÑ, cuna donde comenzó el trazado de la Segunda Compañía, que en diciembre arribará a los 85 años. Historias entrelazadas.
Hugo Guzmán Rambaldi.-
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