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CBÑ. Una existencia de 88 años

A fines del siglo 19 surgió la Comuna de Ñuñoa. Fue fundada el 6 de mayo de 1894.  Casi cuarenta años después, nacía el Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, respondiendo al desarrollo urbano, demográfico, de servicios e infraestructura de esta zona del oriente/sur de la capital chilena.

A fines de la década de los veinte e inicios de la década de los treinta del siglo 20, se dieron pasos de fortalecimiento institucional de la Comuna (instalación de la nueva sede municipal, estructuración del municipio, implementación de la “autonomía comunal”) (“Ñuñoa. Su historia, su gente”. Ilustre Municipalidad de Ñuñoa. Edición octubre 2012) y en ese contexto apareció la necesidad de contar con unidades de Bomberos. Claro que, en honor a la verdad histórica, como sucedió con la fundación de los Cuerpos de Bomberos de Valparaíso y de Santiago, el de Ñuñoa se gatilló por un enorme incendio el 24 de abril de 1933, que llevó a un grupo de notables vecinos, liderados por el intelectual Alberto Ried Silva, a tomar la iniciativa de dar origen a la Institución bomberil ñuñoina.

Escribió Ried: “Habitaba yo en 1933 una pequeña casa en la calle San Gregorio (hoy Dublé Almeyda) muy próxima a la avenida Exequiel Fernández en Ñuñoa…Una noche inquietante, que lo fue aquella del 24 de abril…el fulgor de una hoguera iluminó los contornos de mi residencia. Las llamas habían prendido violentamente en la esquina de la Avenida José Domingo Cañas con Exequiel Fernández y el resplandor ígneo había puesto en estado de alarma a todos los habitantes del barrio…El fuego avanzaba con inusitada rapidez y las casas vecinas comenzaban a ser presa de las llamas…Al albor de aquel otoñal amanecer, integrado bajo el alero de mi hogar, un pensamiento pertinaz iluminó mi cerebro…Y entonces, Balbina, mi compañera, fue quien escuchó de mis labios las primeras palabras de esta concepción: -‘Mujer, le dije, voy a fundar en la Comuna de Ñuñoa, un Cuerpo de Bomberos Voluntarios’…”. (“El Llamado del Fuego”. Alberto Ried Silva. Edición Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa. 2008).

Así las cosas, el 27 de mayo de 1933 se fundó el CBÑ, en una reunión en una dependencia de la Municipalidad de Ñuñoa instalada en una antigua casona de avenida Irarrázaval, frente al Club Ñuñoa. En el inicio de ese proyecto vital, participaron connotados personajes -además de Ried- como Joaquín Santa Cruz Ossa, Carlos Silva Vildósola, Alejandro González, Heberto Valencia, Jorge Vélez, Juan Moya Morales, junto a un numeroso contingente de hombres convertidos en Bomberos.

Vinieron los encuentros en la Posta 4 de la Asistencia Pública, las donaciones, la compra de los primeros carros siempre en función de adquisiciones de máquinas europeas o estadounidenses, la conformación de oficialidades, la gestión para la instalación del primer cuartel en calle Luis Beltrán 1919 y los despegues en los años cuarenta que fortalecerían una Institución que siguen siendo de las más grandes e incidentes a nivel regional y nacional.

Al comienzo, existiendo el Cuerpo, se hablaba de la “Compañía sin número” porque no existían tales. Pero el 26 de noviembre se fundó la Primera Compañía y el 8 de diciembre la Segunda Compañía de Bomberos de Ñuñoa, consideradas Compañías Fundadoras. Entre octubre de 1943, hasta diciembre de 1974, se fundaron la Tercera, Cuarta, Quinta, Sexta, Séptima y Octava Compañías. A mediados de los setenta se adoptó una decisión institucional  y el Cuerpo de Bomberos de La Florida y sus tres Compañías pasaron a formar parte del CBÑ, convirtiéndose en la Novena, Décima y Undécima.

La historiografía de los Bomberos de Ñuñoa está plagada de sucesos, hitos y también mitos, que figuraron y establecieron su desarrollo y fortaleza en un hilo conductor de acontecimientos y decisiones, encuadrado todo asimismo en la historia comunal, regional y nacional, y en los avances científico-tecnológicos y de procedimientos de gestión y administración.

Como sea, visto de manera cronológica o complementaria independiente de los tiempos, esta Institución arriba a las ocho décadas de existencia, con cimientos construidos, entre otras cosas, con el rescate y reivindicación de su pasado, y comprensión de una visión de futuro, sin abandonar las necesidades y hasta prisas del presente.

Algunos momentos determinantes

Un hito que tiene que ver con el marco formal del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, se produjo cuando la autoridad central del país, de aquella época, tomó la decisión de crear dos nuevas comunas en parte importante de la circunscripción ñuñoina. En 1984, se dictó el Decreto con Fuerza de Ley (DFL) Nº1-18.294, de fecha 10 de julio de 1984, que en su Artículo 1º señaló: “Establécense las municipalidades de las comunas de San Ramón, La Pintana, Lo Prado, Cerro Navia, Peñalolén y Macul. Estas municipalidades entrarán en funcionamiento, en la fecha en que asuma su cargo el respectivo Alcalde, designado en conformidad a la ley, dentro del plazo de 120 días contados desde la publicación del presente D.F.L. en el Diario Oficial”. (Biblioteca del Congreso Nacional. Documentos del Ministerio del Interior). De tal manera que el Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, a partir de esa fecha, quedó integrado por las comunas de Ñuñoa, La Reina, La Florida, Macul y Peñalolén.

A eso hay que agregar que disposiciones anteriores entre finales de los setenta e inicios de los ochenta, alteraron las demarcaciones jurisdiccionales de las comunas de la Región Metropolitana, lo que incidió en el “sistema de despachos” a emergencias en el caso de las unidades bomberiles ñuñoinas, en concurrencias a Incendios, Rescates y otras alarmas, en los límites con comunas de Santiago, Providencia, Las Condes y La Granja. Unos 30 años después esto tuvo una mejora, cuando los Cuerpos de Bomberos de Ñuñoa y de Santiago lograron un acuerdo y coordinación en la cobertura de emergencias de comunas atendidas por ambas instituciones.

El Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, como toda Institución bomberil, desde su nacimiento fue impactado y enmarcado en acontecimientos de la vida nacional, de todo tipo. Desde su surgimiento le tocó asumir emergencias ante desastres naturales como los terremotos de 1958, 1965, 1971, 1985, 1997, 2010, 2012, 2015 que afectaron a la Región Metropolitana y específicamente a las comunas que cubre el CBÑ; los aluviones de 1987, 1993, 2009, 2013;  pandemias o situaciones sanitarias críticas (1933, influenza), hantavirus (1990-2001), listeriosis (2008 a 2009) y Covid-19 (2020 a la fecha); grandes Incendios de fábricas, bodegas, poblaciones, recintos militares, escuelas, casas, barracas, forestales. Episodios históricos en la vida social, política e institucional como la primera vez que las mujeres chilenas pudieron votar (1935), ruptura de relaciones con Alemania y Japón en medio de la Segunda Guerra Mundial (1945), golpe de Estado (1973), tensión y peligro de guerra con Argentina (1978), avance de la reforma penal procesal (2005), y estallido social (2019) que gravitaron en la actividad de Bomberos.

Frente a esos sucesos, de diverso origen e índole, donde básicamente se amalgaman los factores humanos con los de la naturaleza, en los radios cubiertos por los Bomberos Ñuñoinos hubo que atender diversidad de alarmas con distintos componentes, que van desde contar con el material técnico apropiado, hasta contar con valores y comportamientos necesarios: como atender emergencias en un aluvión a una pandemia, o en medio de una crisis institucional del país y una revuelta social. 

También en el CBÑ hubo que atender emergencias de nuevo tipo, que fueron superando el accionar solamente en Incendios o desastres naturales. Las emergencias con productos químicos, de colisiones o choques de vehículos con innovaciones tecnológicas, de derrumbes e incidentes con personas atrapadas, los siniestros en edificios de gran altura, entre otras realidades, derivaron que a partir de la década de los sesenta y sobre todo entrando en el siglo 21, el Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa pasara de dos especialidades bomberiles básicas, a casi una decena de especialidades. 

Se fueron incorporando el Rescate Vehicular, Rescate Urbano, Rescate en Aguas Torrentosas, Incendios y Búsqueda y Rescate en Edificios de Altura, Salvamentos de complejidad con trabajo de cuerdas, Haz Mat o Materiales Peligrosos, y nuevos procedimientos en combates de incendios. En los años ochenta, las Compañías de Bomberos de Ñuñoa pasaron a ser multipropósito teniendo varias de ellas dos o más especialidades.

Hoy el CBÑ cuenta con vehículos de emergencia de alta eficacia y capacidad, pero no se olvidan historias como ser el primer Cuerpo de Bomberos que usó escalas de aluminio (hoy se usan en todo el país) en sus carros portaescalas, o la mítica llegada de los carros bomba “Ward LaFrance”, unos monstruos en el combate de las llamas. Durante décadas, carros y máquinas que llevaban el “material menor” actualizado y eficaz, es decir, las herramientas imprescindibles para el trabajo en incendios, rescates y otras alarmas.

Es insoslayable contener en la historia del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa la tragedia producida cuando Bomberos Ñuñoinos fallecieron en Actos del Servicio, convirtiéndose en Mártires de la Institución. Es el caso de Silvio Guerrero Mutinelli, Jorge Batiste Aleu y Luis Bernardin Orellana, muertos a consecuencia de una explosión producida en una fábrica en calle Madreselvas, de la ahora Comuna de Macul, en el desarrollo de un siniestro de proporciones. El cuarto Mártir institucional es Jorge Dzazópulos Elgueta, fallecido por las graves lesiones sufridas en la Sala de Máquinas cuando el carro portaescalas salía hacia una alarma. Los cuatro eran Voluntarios de la Segunda Compañía.

También hubo en las últimas décadas hitos que se instalaron no solo en la historia sino en el desarrollo del Cuerpo de Bomberos como el surgimiento de las Brigadas Juveniles, la incorporación de mujeres a sus filas, el desarrollo de una poderosa Central de Telecomunicaciones y Alarmas, la creación de la Unidad Simbólica 1919 que luego pasó a denominarse  “Director Honorario Heberto Valencia Guevara”, donde participan los Bomberos con más de 45 años de Servicio, y situaciones propias y particularidades, como que es un Cuerpo de Bomberos que siempre estableció el uso de uniformes similares para sus Compañías, la participación en instancias regionales y nacionales de Bomberos de Chile, donde quedó en los anales la gestión y compromiso del Voluntario Honorario de la Quinta Compañía, “Bomba Israel”, Octavio Hinzpeter. 

Más de ocho décadas pasaron y lo que fue una incipiente pero decidida iniciativa, 88 años cruzados por un continuo de desarrollo y avance, en lo operativo y administrativo y gestión, que sitúa a ese proyecto modesto de los 30 del siglo pasado en una estructura bomberil de su tiempo, moderna y eficaz, con casi una decena de especialidades, cientos de profesionales de la emergencia (que no rentados, porque no es lo mismo), carros y máquinas propias del siglo actual y una infraestructura apropiada y eficiente.

Hugo Guzmán Rambaldi

26 de mayo 2021.

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QX-2: Nereo Mutinelli y Carlos Proust

La Segunda Compañía de Bomberos de Ñuñoa tomó la decisión de que el carro QX2, “Portaescalas de segundo socorro”, lleve los nombres de los Voluntarios Honorarios Nereo Mutinelli G. (QEPD) y Carlos Proust V., por sus dilatadas trayectorias bomberiles y, particularmente, su permanente preocupación y compromiso con el cuidado y mantenimiento del Material Mayor de la Compañía.

Don Nereo Mutinelli (Q.E.P.D.) junto con el superintendente Denis Cohn M.


Nereo Mutinelli ocupó con laboriosidad el cargo de Maquinista de la Compañía y varios años se desempeñó como Inspector de Material Mayor del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, ejerciendo una loable y provechosa labor.

Voluntario Honorario Señor Carlos Proust


Carlos Proust fue Maquinista de la Compañía durante 15 años, asumiendo todas las responsabilidades del cargo y mostrando una sentida dedicación por distintos carros que han servido en la Segunda Compañía. También durante algún tiempo ejerció como Ayudante General de Material Mayor.

Lo decisión de la Compañía de que el Carro QX2 lleve el nombre de Mutinelli y Proust fue una manera de reconocer la entrega, el compromiso y el cariño de Voluntarios Segundinos en la historia del desarrollo de la Segunda Compañía de Ñuñoa. 

Carro QX-2

Carlos Proust, en entrevista, indicó que ser Maquinista “es una experiencia muy enriquecedora, se conocen los carros, todo el material menor que es muy importante en las acciones de la Compañía, se tiene el conocimiento cuando se está en incendios o rescates para el uso del material y además se puede enseñar a los Voluntarios que vienen, y que podrán ser Maquinistas”.

El Voluntario Honorario manifestó que “el material mayor es de la mayor importancia en la Compañía, es el que nos permite atender las emergencias y para mí ha sido lindo ver cómo se va renovando y han llegado nuevos carros. Lo importante es que uno de los deberes de los Voluntarios es tener un amplio conocimiento del material mayor, y del material que lleva, y sobre todo cuidarlo mucho”. En ese sentido advirtió que “la falta de conocimiento del material que tenemos, puede ser motivo de un error”.

Carlos Proust hizo un recuerdo del ya fallecido Voluntario Honorario, Nereo Mutinelli, con quien compartió varias décadas en la Segunda y en la labor del cuidado, mantención y desarrollo de los carros y material menor. “Nereo fue un gran Voluntario, quiso mucho a la Segunda, fue muy dedicado, muy ordenado, en cuanto al material mayor. Recuerdo que hubo una época en que él llevaba una hoja de vida de todo el material mayor del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, era muy cuidadoso cuando fue Inspector de Material Mayor, y en ese tiempo era muy difícil que un carro del Cuerpo estuviera fuera de servicio o fallara, él estaba pendiente todos los días”.

En relación a que le hayan colocado el nombre de ambos al carro QX2, Proust, hoy Consejero de Disciplina de la Compañía, sostuvo que “es muy merecido para Nereo, eso me da mucho gusto”. Añadió que “en mi caso me pilló de sorpresa, yo no tenía idea de que se haría esa propuesta, fue una sorpresa muy grande. Lo tomo como un reconocimiento de la Compañía, de la Oficialidad y me siento agradecido”.

Escrito por: Voluntario Honorario Hugo Guzmán R.

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Alexandros recuerda a su hermano Jorge Dzazópulos Elgueta

En las primeras horas del 8 de septiembre de 1973, falleció el Voluntario Jorge Dzazópulos Elgueta, después de sufrir un trágico accidente en la Sala de Máquinas de la Segunda Compañía. Se convertía en el Cuarto Mártir del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa y de su Compañía, de la que honraba con su vida el lema “La Vida por la Humanidad”.

Unos años después, en un gesto enaltecedor, lleno de amor y compromiso, ingresó a la Segunda Compañía su padre, don Nicolás Dzazópulos, contraviniendo hermosamente el destino de la vida: era un padre siguiendo los pasos del hijo.

Y luego, tiempo después, con decisión bomberil y sumándose a una digna tradición familiar, entró a formar filas segundinas el hermano de Jorge, Alexandros Dzazópulos.

De esa manera, la figura del Mártir, del joven bombero, ya no era sólo de recuerdo y reconocimiento, sino de ejemplo, y su padre y su hermano pasaron a la vida bomberil en la Compañía donde había comenzado la historia de los Dzazópulos.

Este 8 de septiembre de 2020 se cumple otro aniversario luctuoso de la muerte de Jorge Dzazópulos, oportunidad para conversar con su hermano Alexandros, convertido desde 2017 en Voluntario Honorario, quien cuenta episodios y anécdotas de su hermano menor, y las motivaciones para llegar a convertirse en Bombero Voluntario en diciembre de 1972.

Vol. Hon Alexandros Dzazópulos

¿Alexandros, recuerda por qué y cómo quiso ser bombero Jorge Dzazópulos y por qué en la Segunda de Ñuñoa?

Desde su más tierna infancia, Jorge sintió que su futuro estaba en los bomberos. De pequeño vivíamos por esos años en la calle Unión Americana, a pocos metros estaba por aquel entonces el Cuartel de la 11ª, “Pompa Italia”, del Cuerpo de Bomberos de Santiago, y pese que sabía claramente que no teníamos ancestros itálicos, con el tiempo llegó a ser conocido por casi todos los voluntarios, algunas veces hacían ejercicios de infantería en la calle por la noche y me pedía que lo llevara a verlos. En más de una oportunidad lo llevé a las competencias de Santiago o al Ejercicio General en el entonces Parque Cousiño (actual Parque O’Higgins).

Algunos años después nos vinimos a vivir a Ñuñoa y fue una sorpresa esperada el día que nos dijo, cuando iba a cumplir 18 años, que iba a ingresar a una Bomba. ¿Por qué la Segunda? Porque tenía claro que era una Compañía con historia y que lo incentivaba tal vez al conocer que era la única que ya tenía tres mártires.

¿A la fecha de su muerte, Jorge estudiaba, a qué se dedicaba? ¿Qué nos podría contar del carácter, de los hábitos, de Jorge?

Desde niño siempre fue un muy buen estudiante, es así como ingresó a la Universidad de Chile para estudiar Ingeniería, en la que ya cursaba el segundo año cuando se produjo el accidente.

Amante de los riesgos, participaba en carreras de Go-Kart, por un team que estaba ubicado en un taller Citröen en Irarrázaval, cerca de Manuel Montt. Vivía feliz el riesgo de correr en vehículos rápidos y sin seguridad a ras del suelo, sufriendo incluso un accidente en una carrera en Melipilla. No le dijo nada a nadie, llegó a la casa y se acostó diciendo que estaba cansado, no obstante un rato después llegaron el dirigente del equipo con algunos pilotos para preguntar por su salud, con gran sorpresa y temor de mis padres.

¿Quiénes integraban la familia de Jorge?

Componían la familia en la casa sus padres y yo, nuestro hermano mayor se había casado hacía tiempo y no vivía con nosotros. Hasta la noche antes de casarme a los 25 año, compartimos dormitorio juntos (yo tenía nueve años más de edad) y fuimos amigos y confidentes pese a esa diferencia, lo que nos hacía llevarnos muy bien, haciéndome partícipe de sus sueños y anteriormente de sus juegos infantiles.

En numerosas oportunidades, como señalé, debí acompañarlo a competencias y ejercicios bomberiles, pero además a carreras de autos en Las Vizcachas y en algunas oportunidades lo llevé a competencias en Valparaíso, Limache y otras que eran frecuentes cuando existía el Turismo Carretera.

Para mis padres, siendo el hijo menor, siempre fue muy especial, permitiéndosele algunas libertades que eran impensadas a la edad de los hermanos mayores, como decir algunas groserías, lo cual nos hacía aún más cómplices. Aceptaba bromas pesadas o subidas de tono de mi parte y reía con estas pequeñas locuras, nunca lo vi enojado.

¿Qué decía él de ser bombero, segundino, de irse a la Guardia Nocturna?

Era tan grande y seria su determinación, que supo conquistar a nuestros padres, los cuales tomaron con resignación la decisión que se había impuesto, lo aceptaron pero con especial hincapié en las precauciones y cuidados que debía tener en sus obligaciones.

Como señalé antes, la Segunda Compañía lo atrajo por esa historia dolorosa que siempre les dijo a sus cofrades que iba a compartir, para que su nombre estuviera en esa piedra a la entrada del Cuartel en la avenida Antonio Varas.

A mi madre le preguntaba sonriendo: “¿Qué vas a hacer si me muero?” y luego le auguraba cómo iba a ser su funeral, con muchas Compañías rindiéndole honores y comentándole que en esas circunstancias nunca iba a ser olvidado; al contrario, las generaciones venideras lo recordarían…

¿Cómo recibieron la noticia de su accidente y de su muerte? Me imagino del impacto para su madre, su padre, los hermanos.

Recuerdo su partida como si solo hubiera sido el día de ayer.

El día 7 de septiembre estuvimos en la casa de mis padres en Ñuñoa para finiquitar algunos temas, ya que al día siguiente realizaríamos el bautizo de nuestra hija que sería apadrinada por Jorge en Maipú, donde vivíamos, adelantando en un día mi cumpleaños para celebrar ambos hechos. Después de algunas bromas que nunca le faltaban a Jorge, me despido y le digo “chao, nos vemos mañana” y él me respondió: “¿Te vas a ir así? Dame un beso”. Naturalmente me pareció extraña la actitud, pero nos besamos y nos vimos por última vez.

Antes de irse a la Guardia Nocturna, comentó mi madre, le pidió también algo extraño, le solicitó que le lavara el pelo porque quería verse bien…

Desde Maipú a Ñuñoa sentí largo el camino, sentado en el Carro de Rescate que por esos años existía en el Cuerpo y que era un furgón con una camilla. En mi dolor contemplaba esa camilla pensando en los últimos minutos de Jorge.

Al llegar a la casa de Dublé Almeyda, nos abrazamos con mi padre, y entre sollozos me decía: “Se nos fue Jorgito”. El amanecer del día 8 nos encontrábamos mis padres y mi hermano y yo sufriendo el dolor de una partida sin regreso, un espacio que ya nunca más iba a ser llenado.

Entiendo que después durante mucho tiempo los segundinos iban a su casa, a visitar a su madre, a su padre.

Durante un largo período no faltaron las visitas de segundinos en esa casa, muchachos que querían estar donde Jorge había vivido y tratar de llevar un abrazo a mi padre y un beso a mi madre, a la que le decían “mami”. Ya casi no queda nadie de aquellos que algún día siguieron con sus vidas. Solamente uno de ellos volvió muchos años después a ver a mi madre poco antes que ella partiera a reunirse con Jorge y con su marido, éste fue mi voluntario Waldo López.

Dentro del dolor, también tuve la honra de conocer a algunos visitantes de mis padres, supe quienes realmente eran con el transcurrir del tiempo, como por ejemplo Ricardo Seyler, Enrique Guerra, Víctor Celedón, pero sobre todo a don Manuel Oyanedel, quien pasaba largas horas narrando la historia de la Segunda y su vida en la Décima de Santiago.

Pasó un tiempo y vuestro padre ingresó a la Segunda. ¿Por qué? ¿Cómo fue eso? ¿Cómo lo tomaron en la familia?

Tiempo después de la trágica partida de Jorge, mis padres fueron invitados frecuentes a diversas actividades de la Compañía: Aniversarios, paseos, visita al hospital de niños, etc. Como mi madre siempre colaboraba con las actividades y preparación de comestibles en esas actividades junto a las damas colaboradoras, mi padre pasaba largas horas en el Cuartel conversando y recordando. Desconozco quién o quiénes lo incentivaron para ingresar, pero al tomar la decisión todos lo apoyamos. “Perdí un hijo, pero gané muchos más”, fue la frase que los más antiguos recuerdan al ingresar a su Compañía.

Luego usted ingresó a la Segunda. ¿Por qué?

Cuando mi padre ingresó, yo me puse de acuerdo con él que también lo haría, pero como mi residencia era en Maipú, una tarde cualquiera caminé las cuadras que me separaban del Cuartel más cercano (Tercera Compañía) y sin conocer a nadie, pedí hablar con algún oficial. Me recibió el Capitán de aquel entonces, Jorge Lawrence (Q.E.P.D.) y cuando le di mi nombre lo asoció inmediatamente con el Mártir al que habían acompañado para despedirlo en su viaje al Cuartel Celestial, abriendo inmediatamente las puertas del Cuartel para mí.

Muchos años después de haber estado lejos y haberme alejado de la lides bomberiles, recibí una invitación de una persona que me buscó debido al interés de conocer la familia de Jorge, no puedo dejar de nombrar a Maripa Campos. Estuve en mi primer Plato 2, luego una invitación a la Primera en su recuerdo de los difuntos, un Aniversario de Compañía, etc.

Por esas casualidades del destino, al fallecer mi madre, se produjo el cambio de residencia mía y llegué a La Reina. No habían cesado mis visitas a la Bomba, hasta que tomé la determinación de intentar estar en su interior como Voluntario, caminar por los lugares en que estuvo Jorge y mi padre Nicolás, saber cómo era la vida al interior del Cuartel que en tan poco tiempo había sido amado por ambos, hasta que tras larga espera, llegó el día 2 de julio de 2015, donde juré auspiciado por María Paz y por Eduardo Gálvez. No puedo dejar de nombrar a María Fernanda Seyler, la que también me quiso apadrinar pero que lamentablemente no figuró como ambos deseábamos.

¿Cómo vive cada vez que se recuerda el nombre de Jorge Dzazópulos Elgueta?

Jorge tiene para mí dos fases. Una, es el hermano regalón, sonriente, lleno de amigos, aventurero y osado dispuesto a todo para cumplir sus sueños, amante de su familia, que dejó sumida en la pena a su polola Marisol, de dieciséis años. La otra, es el bombero, que alcanzó a ser Voluntario tan poco tiempo luego de toda una vida soñando con lograrlo, pero que también cumplió su sueño de “no ser un bombero viejito lleno de medallas” como decía, sino ser un recuerdo y un ejemplo para los que vendrían después.

Escrito por Voluntario Hugo Guzmán.

Brigada

Brigada Juvenil: Otro año de crecimiento, para llegar a servir

Este es el primer año de aniversario después de los 50 años celebrados en 2019. Es decir, la Brigada Juvenil “Jorge Batiste Aleu” empieza a caminar hacia su centenario. Un sueño inmenso. Como el sueño de quienes aquel sábado 2 de agosto de 1969 fundaron la Brigada esperanzados en llegar a varias décadas de existencia, lo que se materializó gracias al esfuerzo denodado de la Segunda Compañía de Bomberos de Ñuñoa, “La Vida por la Humanidad”, y de varios cientos de muchachos que pasaron por la filas de la “Jorge Batiste Aleu”. La Brigada de la Segunda es de las fundadoras junto a las de la Quinta y Séptima Compañías del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa.

Se creó después de un profundo y en ocasiones acalorado debate dentro de la Segunda Compañía. La idea inicial era integrar a hijos, nietos, sobrinos de los Voluntarios y muchachada del barrio cercano a la casa segundina en Antonio Varas. Y que ellos recibieran los valores y las técnicas bomberiles para entrar mejor preparados a la Institución y servir a la comunidad.

Cuando se creó la Brigada era Director de la Compañía don Ricardo Seyler y Capitán don Manuel Fuentes. Se le asignó la desafiante tarea de conducir los primeros pasos al Voluntario Francisco Donoso, el primer Instructor Jefe. Se eligió la primera Oficialidad de Brigada, y el primer Capitán fue Antonio Celedón, hijo del destacado segundino, Víctor Celedón. El primer cuartel fue una modesta casita de madera instalada en el patio posterior del Cuartel, con su mobiliario básico, casilleros, cuadros, bancas, y que se convertiría en un espacio de conversación, humoradas y dinámica juvenil.

Cuando se habló de la creación de la Brigada, la propuesta de que llevara el nombre del más joven de los Mártires del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa y de la Segunda Compañía, no resistió dudas. Así, pasó a denominarse “Jorge Batiste Aleu”.

Don Manuel Oyanedel, Bombero Insigne, creó el lema de la Brigada: “Crecer y Servir”. Una síntesis del más sagrado de su propósito: hacer crecer a jóvenes novatos para que terminaran sirviendo como Bomberos Voluntarios. Ese lema y el nombre de Jorge Batiste Aleu se llevó digno en el primer estandarte de la Brigada y en el escudo original diseñado entre 1969 y 1970, el cual fue recuperado al cumplirse cincuenta años de esta unidad juvenil.

Los primeros uniformes llevan a la nostalgia y el cariño por unas cotonas negras de tosco material, botones de bronces amarrados con alambre, cascos bomberiles frágiles pero hermosos con su número 2, la tradicional toalla blanca, los infaltables calcetines negros y los bototos de aquellos años. Era casi un lujo usar guantes de trabajo.

Junto a los Ejercicios, Sesiones, Academias Teóricas, Juntas de Oficiales y Consejos de Disciplina, los brigadieres compartían inolvidables, alegres y significativos momentos y anécdotas con los Guardianes Nocturnos y los Voluntarios en aquellos ejercicios de domingo temprano, disfrutaban de tertulias y conversaciones con los viejos en ese casino de madera y acogedor, salían raudos a los Incendios en que en ocasiones ayudaban a ordenar el material, y vivieron momentos intensos y emotivos como cuando a la Brigada Juvenil le correspondió formar junto a su Compañía, en el Funeral del Mártir Jorge Dzazópulos Elgueta.

Los muchachos que comenzaron los primeros pasos de la brigada Juvenil a fines de los sesenta, abrieron camino a las siguientes cinco décadas donde decenas fueron aprendiendo la técnica, colocándose al día en la tecnología y las nuevas especialidades de la Segunda, y mostrando destreza en la madre motivadora de esta Compañía: el trabajo de escalas. Muchas veces ganando en velocidad, agilidad y armado a los mismos Voluntarios adultos. Pero también aprendieron de historia, de ética, de valores, de normativas, a sabiendas que el objetivo es llegar a ser un Bombero Integral, propio de una Institución que se forjó en dos pilares: la técnica y los valores.

En 2017 se produjo un hecho trascendente para la Brigada Juvenil, al autorizarse la incorporación de muchachas. A los dos años, por primera vez una mujer sería Capitán de la “Jorge Batiste Aleu”.

Muestra de su desarrollo y caminar constante, este 2 de agosto de 2020, la Brigada Juvenil “Jorge Batiste Aleu” cumple 51 años de existencia. Una ya innegable mayoría de edad. Sus integrantes asimilan la nueva tecnología y la historia y la ética de su Institución. Es un semillero, como lo ha sido por más de cinco décadas, de Oficiales Generales, Oficiales de Comandancia, Oficiales de Compañías y de Bomberos Voluntarios. Es espacio de una juventud vigorosa y de valores.

Escrito por Voluntario Hugo Guzmán, ex Capitán de la Brigada y ex Instructor Jefe.

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Respondiendo en medio de la pandemia

Al igual que en otras Compañías del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa (CBÑ), la Segunda Compañía, “La Vida por la Humanidad”, asumió con decisión, organización y disciplina las respuestas necesarias para continuar con el servicio y el funcionamiento en medio de la pandemia por la Covid-19.

Lo primero fue garantizar la respuesta a emergencias como incendios, rescates y salvamentos. Para eso, se inició el establecimiento de Guardias Preventivas de seis bomberos voluntarios, de acuerdo a las normativas indicadas por la Comandancia del CBÑ, las cuales han funcionado con la participación de un numeroso grupo de Oficiales y Voluntarios segundinos. Además, se establecieron roles de apoyo al servicio. Esto es fundamental en cuanto a mantener la capacidad de respuesta en beneficio de la comunidad, y que las y los ciudadanos puedan saber que cuentan con los bomberos.

Se emitieron Órdenes del Día referidas al establecimiento de medidas preventivas, planes de contingencia y protocolos.

La Segunda Compañía, en medio de la pandemia, continuó con las actividades como Juntas de Oficiales, trabajo del Consejo de Gestión y Reglamento, labores de la Escuela de Formación y reuniones informativas. El 1 de abril se realizó un Acto Recordatorio en conmemoración del quincuagésimo séptimo aniversario del fallecimiento del Mártir Luis Bernardin Orellana. Hubo citaciones al Consejo Académico y Consejo de Instructores de la Escuela de Formación. Y también se realizó la primera Sesión de Compañía en modalidad on line, con una gran asistencia, bajo la conducción del Director, Andrés Soto.

Precisamente el Director señaló que “este ha sido un momento complejo, frente a una situación desconocida, con desgaste físico y mental de nuestro personal, pero hemos tomado desde marzo todas las medidas necesarias, cumpliendo las indicaciones de la Superintendencia y de la Comandancia, con las guardias y los roles para responder al servicio, tomando medidas de prevención en el Cuartel y de los voluntarios”. 

Añadió que “hemos tomado todas las medidas y planes de acción para responder a las emergencias de forma adecuada y operativa, respetando todas las disposiciones de la Comandancia”. El Director enfatizó que, sin duda, “esto es y será parte de la historia de nuestra Compañía” y destacó lo inédito de toda la situación, ante lo cual la Segunda Compañía, como el resto de unidades del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, responde a las necesidades de la comunidad.

En estos meses fueron citadas Academias Teóricas con los siguientes temas: Consideraciones de salud mental en el momento actual; Operaciones con escalas telescópicas y brazos, “Desafíos para el servicio actual”; Trabajo de bomberos en emergencias con paneles fotovoltaicos. Además de academias citadas por la Comandancia.

El Capitán de la Segunda Compañía, Oscar Vargas, explicó que “nuestra Compañía está estructura para este periodo, tenemos cinco turnos en donde están Tenientes, Voluntarios antiguos y otros más nuevos, trabajando. Es un promedio de 38 Voluntarios haciendo turnos. Desde el 20 de marzo partimos con los turnos y acoplándonos a los cambios establecidos a nivel de Estado, de la Comandancia, para el servicio”.

Sostuvo que “hemos hecho equipo de trabajo de seis Voluntarios que tienen la misión de permanecer en el Cuartel 120 horas, que son cinco días continuos, que se armaron bajo la disponibilidad de Voluntarios. Tienen que asistir a la emergencia que surge y cada equipo es responsable operativamente. Se activa un equipo de apoyo de cuatro Voluntarios, solamente en segunda alarma de Incendio, que concurren cuando se produce esa situación. El equipo que está en el Cuartel y sale, por ejemplo, a rescate vehicular u otra alarma, lo hace cumpliendo todas las medidas preventivas, las órdenes dadas por la Comandancia, con su uniforme completo, con los insumos y medios de prevención a contagios. A parte de ese equipo, está prohibido el ingreso de otros Voluntarios al Cuartel, porque tenemos el criterio de que el Cuartel sea un punto limpio”. 

La pandemia, por desgracia, continúa en desarrollo y ante eso, los Bomberos continúan respondiendo a su responsabilidad y el apoyo a la comunidad. Específicamente la Segunda Compañía de Ñuñoa persevera en su organización y disposición para estar a la altura de las necesidades del servicio y la continuidad de la labor de la Compañía.

Escrito por el Voluntario Honorario Hugo Guzmán Rambaldi